En
el Budismo Zen, entre otras muchas cosas, se habla sobre el ego y la influencia
que tiene sobre nosotros, sobre nuestras vidas. Nos dice que el ego es un
artificio creado por nuestra mente, con las ideas que van moldeando nuestro
sentir, nuestro carácter.
Decimos, lo que creemos ser. Aprendiendo a
clasificarlo todo, a poner etiquetas a cada cosa, cada vivencia. A hacer
juicios de criterio, porque es más sencillo que pensar en el otro, olvidamos la
compasión y nos limitamos a ser “Compasivos”. Desechamos el ser espontáneos,
como niño que mira todo por primera vez, porque creemos es más seguro guiarnos
por nuestras experiencias, y todo esto nos hace sentir frustración, temores,
hasta que nos olvidamos que vivir es solo eso…: sencillamente, vivir.
En
un momento difícil de mi vida, alguien me dijo “Si no quieres sentirte así…
cambia esos pensamientos” Así lo hice y conseguí superar aquello. Aunque no fui
consciente de la magnitud de ese hecho, hasta que supe lo que me contaban del
ego, aquí es cuando empecé a prestar atención a lo que pensaba, todas aquellas
ideas que brotaban en todo momento eran… eso: solo ideas, ideas cambiantes
según qué experiencias tenía.
Descubrí
de qué forma mi ego, mis pensamientos, mis ideas, dominaban y controlaban mi
estado de ánimo, de qué forma miraba todo. Cuando descubrí esto, la primera
reacción fue de sorpresa, alegría porque pensé, que siendo así… sería fácil
poner todo en su sitio. Lo que me llevó a descubrir todo lo contrario, pues
todo mi mundo interior se iba poniendo “Patas arriba” una vida de hábitos de
comportamientos, pensamientos y reflejos “espontáneos”, asociados a reacciones
por alguna experiencia pasada… no es nada fácil de cambiar.
Este
descubrimiento me provocó frustración, rebeldía y comencé una batalla contra
mis pensamientos… mi ego. Llegando a pensar que ya no había nada que hacer, que
ya era tarde para cambiar esa cabezota llena de ego dominante. Deseaba poder
vaciarla, olvidarlo todo y comenzar de nuevo, con pensamientos distintos que me
llevaran a ser yo, quien dominara. Lo que, a su vez, me hacia buscar la forma
de no pensar. Todo esto, provocaba más lucha, inquietud y desconcierto. Hasta
que me di cuenta, que todo… todo, eran pensamientos que ponía ahí mi ego para
seguir dominando y separando mi mente, mi cuerpo de lo que “soy”.
Entonces
me di por vencida, no había nada que hacer, asumí que tendría que vivir con mis
pensamientos, mi ego, Y… aquí es cuando tuve, algo así como un pequeño “Eureka”
pues en el instante que acepté que pienso y no puedo evitarlo… mi siguiente
pensamiento fue: “Vale, pues aprovechemos esta mente pensante en mi beneficio.
Y como la mente, los pensamientos y yo…. Somos uno mismo… seré en sí misma”.
Me
ha costado aprender, descubrir que mi ego y yo, somos uno y que aunque me
empeñara en separar: lo que soy, de mi ego y mi cuerpo… seguiría todo junto.
Porque no hay varios en mí, no estoy fraccionada, todo lo que veo o no veo,
cuerpo y mente es una unidad.
Fue
un camino duro y difícil en el que estuve a punto de abandonar y seguir como había sido
hasta ese momento, sentía que ya era tarde, que nada podría hacer, pero siempre
había algo que me empujaba desde lo más profundo en mi, a continuar con mis
preguntas, con lo que se me ocurría para conseguirlo. Hasta que tuve aquel “Eureka”,
desde entonces, me muevo así en mi día a día, teniendo claro que esto tampoco
es válido, pues hay una meta, un querer llegar a algún fin, que me es útil… en
ese día a día. Ya que, he conseguido quitar frustración y miedos en mi vivir,
por lo que me siento en calma y pocas cosas me hacen reaccionar ya por el
impulso del momento y la situación. El simple hecho de darme cuenta me permite
ver con distancia, esas ideas que surgen y darles el justo valor que tienen en
ese instante. Pero a su vez, también me doy cuenta del poco sentido que tienen
estas ideas, si acepto que tan solo “soy” y, tan solo tengo, cada aquí y ahora.
Aunque,
a pesar de todo esto que he ido descubriendo, a veces, me sigue costando darme
cuenta de las trampas que pongo, con algunas ideas que surgen, al entra en
juego algún recuerdo o alguna experiencia, que me hacen repetir comportamientos
pasados.
El
darme cuenta, ayuda a saber, ser consciente que aún sabiéndolo… sigo cayendo en
la trampa del ego, la diferencia es que ahora, termino dándole la justa
importancia que tiene, así me quedo menos enredada en la maraña de
pensamientos.
No
hay objetivo real, pero sí el deseo de seguir poniendo atención a mi ego para
saber que solo son ideas. Igual que, a su vez… no me dejo atrapar por el propio
deseo.
(Quiero
aclarar, que sé que he utilizado mucho las palabras: “Darme cuenta” no ha sido
un error al escribir este texto, lo he hecho a drede porque el truco esta en…:
“Darse cuenta” de todo)
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