Abuelos
Los
abuelos suelen ser los que nos enseñan la esencia de vivir (Bueno, por lo
general, no todos) nos ayudan a tomar conciencia de nuestra existencia… sin ser conscientes de ello. Crecemos absorbiendo sus historias,
reiteradas frases que, por otro lado, en esos momentos de nuestra existencia,
no tienen sentido para nosotros pero las absorbemos y aprendemos sin aprender,
cariñosas riñas que no nos hacían sentir mal, porque tenían la habilidad de
hacernos ver más allá de la riña. Con esa calma que dan los años y el saber.
Como me decía mi abuela: “Las prisas p’a vivir no son buenas, nena”.
Yo
tuve la suerte de contar con una abuela que era así, a la que veía solo los
veranos. Tan solo 20 días al año y aprendí con ella más, que con cualquiera de
los mayores con los que convivía. De ello, aprendí algo muy pronto: que no es
la cantidad de tiempo que dediques a alguien, sino la calidad de ese tiempo. Recuerdo
las conversaciones con ella, mientras hacíamos algún postre o, simplemente,
sentadas por las tardes al lado de la lumbre -me encantaba arrimarme a ella, rodeaba su brazo mientras aspiraba su olor a vainilla y canela, y escuchar
su cariñosa voz contándome… lo que fuera tocara contar-.
Entonces
no tenía ni idea de lo que aprendía a su lado, solo sentía que con ella cerca
todo era más fácil, todo se daba… sencillamente. Con los años es cuando he
podido discernir aquello que ella, en su que hacer cotidiano iba enseñándome. Simplemente,
vivía, sentía y comunicaba aquello que todos tenemos ahí delante de nuestras
narices, aunque no lo percibimos, aquello que siempre nos acompaña en silencio
y que solo nos habla cuando le dejamos: nuestro Ser, lo que en verdad somos en
su totalidad con cuerpo y mente sin separación mental. Como acostumbraba a
decirme, cuando la torpedeaba con mis cabalas de niña y después de
adolescente: “No pienses tanto nena, es malo”.
Por eso y desde aquí, quiero hacer un homenaje
a todos los abuelos y, a mi abuela en particular, por haber podido transmitirme
todo aquello importante en mi vivir, por haber podido adsorber conciencia de su
Ser. Gracias abuela, siempre estarás viva en mi.