Equilibrio

Equilibrio
"ser"

viernes, 6 de diciembre de 2013

Mi imagen y yo



En mi adolescencia, hubo dos factores desencadenantes que me encaminaron ha preocuparme demasiado de mi imagen. Cosa que favoreció fomentara la manía de separarme de mi cuerpo, para intentar mirarlo desde fuera y así, dar mi aprobación o no, a lo que el espejo me devolvía.
Era tal mi preocupación por gustar físicamente a los demás, que siempre terminaba pensando, que solo se fijaban en mi por lo que veían –paradoja- y así es como acabé rechazando relaciones, por no poder quitarme esa idea de la cabeza, lo que me llevaba a “poner un muro” que impedía dar una oportunidad para saber y averiguar lo que sentía esa otra persona.
Y, para rizar el rizo… salté de cuidar mi imagen a “Pasar de ella” aunque seguía separando mi cuerpo de mi mente, pero esta vez, para comprobar que la imagen que me devolvía el espejo… era totalmente opuesta a atractiva.
 
No siempre conseguía mi objetivo, por consecuencia, si estaba de acuerdo con la imagen que el espejo me devolvía, todo funcionaba bien y nada me turbaba. Iba con una seguridad artificial que se esfumaba en un chascar de dedos si, en otro momento… creía percibir desaprobación en alguien o un espejo me devolvía algo que no me gustara. Cosa que me creaba mucha inseguridad y mi estado de ánimo, por ello, oscilaba como péndulo, haciéndome pasar de feliz a derrotada en segundos.

Como ya he dicho en entradas anteriores, en el Budismo Zen se insiste en el error que cometemos con separar cuerpo y mente. En nuestra tendencia a valorar todo desde la clasificación, insistiendo en el hecho de que no hay, no existe separación, todo es producto de nuestras ideas.

Por tanto, comencé a trabajar en ese camino. Prestando toda mi atención a lo que pensaba cuando me gustaba lo que veía en el espejo y cuando no, en todas aquellas situaciones en las que se ponía en juego mi imagen, para descubrir qué subyacía bajo esos sentimientos, ese comportamiento.
Llegando a la conclusión que esos fueron sucesos de mi pasado, que nada tenían que ver con mi presente. Puesto que si asumimos que todo esta en continuo cambio… nada quedaría en mí de esos sucesos pasados. Por tanto, empezaría a prestar atención a esos cambios y aceptaría lo que mis ojos me mostraban, sin clasificación, ni crítica, tal cual es en cada instante.

Y, curiosamente… a partir de ahí, me sentí más libre y espontánea con mi cuerpo y terminó por debilitar esas absurdas ideas, echó abajo la coraza con la que me mostraba ante los hombres, lo que me llevó a interactuar de un modo más sano.

Obviamente, no pude cambiar todo esto nada más hice aquellos descubrimientos. La transformación de mis ideas sucedía mientras me ocupaba de mirar con distancia mis reacciones y sentimientos, casi sin darme cuenta, hasta que un día descubrí que no pensaba ni miraba ya igual hacia fuera.
Ahora sólo busco gustarme yo, con tolerancia y aceptación. Es otra la perspectiva: Si percibo algo que no me agrada de mi imagen, es porque atiendo, miro lo que pienso, no lo clasifico, pues solo es la percepción en un instante, por una idea.

 Hay algo que nadie podrá rebatirme y es que vemos lo que queremos o necesitamos ver, por tanto ¿A qué preocuparse de la imagen que ven de mi? ¿Para qué perder mi equilibrio anímico, si solo veo en el espejo lo que en ese momento quiero o necesito ver, por un pensamiento que me ha llevado a una idea?

 
Puedo parecer bella comparada… ¿Con qué o con quién? Igualmente puedo parecer fea. Todo es relativo ¿Quién pone el listón para valorar tal? Es más, hay más factores, más matices que influyen en la imagen que los demás ven, que yo misma veo de mí, para agradar o no.
 

martes, 26 de noviembre de 2013

Equilibrio

 
 
 
 
 
 
 
Para mi encontrarme con el Budismo Zen, fue (Y sigue siendo) una experiencia genial. A medida que leo sobre ello experimento una sensación muy gratificante. Como cuando, después de mucho tiempo, te encuentras con alguien o algo, muy querido y conocido. A veces, me pierdo o no capto todo lo que ahí se explica pero siempre, hay un fondo que entiendo como algo ya mío, lo que me empuja a querer saber más.

Con mis primeras lecturas sobre ello, me sorprendía lo que iba descubriendo sobre, por ejemplo: Najarjuna, La Escuela de La Vía Media y la vacuidad al coincidir tanto con mi sentir. Me emocionaba y a la vez me “descolocaba” encontrarme con explicaciones sobre los extremos, pues en mi vivir he sido y soy muy dada a decir cosas como: “Los extremos no nos llevan a nada bueno”, “Es mejor buscar el centro”, “El equilibrio interior esta en: ni lo mucho ni lo poco”. Lo que me llevaba a pensar, lo cerca que lo había tenido siempre y la de sufrimiento y frustración, que me habría ahorrado si hubiera hecho caso a mi interior. Pero todo llega cuando estas preparado para ello, ni antes ni después todo te llega en el momento adecuado.
 

Si reflexionamos un poco y hacemos un esfuerzo por ser objetivos… veremos que nos pasamos la vida diciendo cosas como: “Esto no me gusta”, “No aguanto a esta persona”, “OH, esto me encanta”, “Es genial aquella persona” y más. No captamos que es así para nosotros y, muy posible, que también para quien esté compartiendo ese instante con nosotros, pero el mundo, las circunstancias y las personas son como tu las ves en ese instante de vida y, como digo, quizá tengas la suerte de estar viviéndolo al unísono con otra u otras personas de tu entorno. Aunque también ocurre, que incluso viviendo la misma situación, en un mismo entorno y en ese mismo momento… la perspectiva sea distinta, las conclusiones y lo que se te queda en el recuerdo, en la percepción… haga pensar que no viviste lo mismo, porque lo que para mi fue agradable, para ti pueda pertenecer a un mal recuerdo.

 Quiero con esto decir, que nuestros pensamientos –condicionados por patrones de conducta, clasificaciones y experiencias del pasado- nos llevan a pensar en todo y en cada situación, como algo bueno o malo, negativo o positivo; yendo siempre de un extremo a otro, lo que nos lleva a estar en desequilibrio con nosotros mismos. La consecuencia de ello, es que terminamos manejando situaciones de rechazo o agrado, en una lucha continua con nuestros deseos.

Lo cierto es que nada es bueno del todo ni malo del todo, igual que nada es positivo ni negativo del todo. Además, si llegamos a la conclusión que algo es positivo o bueno, es porque hemos experimentado su parte negativa o mala y, por ello podemos identificar los dos extremos. Añadiría algo que seguro… seguro hemos dicho en más de una ocasión: “Fíjate… que, al final, salió bien ¡Quién lo iba a decir! Con lo mal que empezó todo” o “¿Qué pasó, para que se torciera todo? Si estuvo planeado hasta el milímetro” Nos empeñamos en que cada cosa que hacemos sea perfecta o, por el contrario y por –vete a saber qué razón- nos aferramos a la idea que no funcionará y como es imposible que todo ocurra como queremos, esperamos o no esperamos… pasamos de la esperanza y la ilusión, a la frustración y a desilusionarnos en segundos.
Son extremos, nos ponemos al borde del precipicio y, encima… cogemos todos los boletos para que nos toque la caída.

Intentar mantenerse en equilibrio es el camino, pues nuestro vivir es una sucesión de acontecimientos que podemos clasificarlos de buenos o malos, según nos hagan sentir pero ello no quita que aceptemos que nuestra vida transcurre de acontecimiento en acontecimiento.

Obviamente, si algo que estamos viviendo nos provoca sufrimiento, no lo queremos pero, dime ¿Porque luches contra ello va ha desaparecer dicho suceso? ¿Durará más algo que te agrada, solo porque lo desees y te aferres a ese deseo, a ese suceso?

Si dejáramos de aferrarnos a luchar contra lo que no nos gusta y a tratar de retener lo que sí nos gusta… desaparecería mucho de nuestro descontento con la vida.

El rechazar algo nos lleva a un temor, que nos hace sufrir más y rechazar con más empeño en aquellas situaciones posteriores, que nos parecen son las mismas. Igual que el querer retener algo, nos lleva a frustrarnos cuando lo perdemos y sentir más frustración, por el miedo a volver a perderlo, cuando creemos encontrarlo de nuevo ¿no es mejor disfrutar y aceptar? O, por el contrario ¿Prefieres terminar siendo prisionero de tus rechazos y tus anhelos? Ningún acontecimiento es igual al anterior ni tampoco es mejor o peor, es un suceso más en nuestro vivir.

 Es más, hay algo que me atrevería a afirmar casi sin equivocarme: La gran mayoría de las veces que nos ocurre algo negativo tenemos una idea de fondo, que nos hace pensar que lo merecemos y cuando es algo positivo, inconscientemente, tenemos la idea contraria… no merecerlo. Lo que añade una lucha más de extremos que chocan y no dejan que acabe el conflicto.
 

Si todo lo que me sucede lo miro con perspectiva, sé que no es fácil, tengo que hacer un esfuerzo para no dejarme arrastrar. Tiempo…  que me sirve para darme cuenta porqué y cómo me afecta dicho suceso y estar con menos presión de mis sentimientos.

Si algo va bien, algo irá mal, nunca todo funciona en mi vida, por tanto: Valoro y disfruto “A tope” de lo que me llega de bueno, acepto y busco lo que tiene de bueno y de enseñanza lo que me llega de malo y así busco el equilibrio para sentirme bien y estar más tranquila, para escoger y decidir lo mejor. Aceptando todo tal cual es y escuchando siempre a mi interior.

 

 

sábado, 16 de noviembre de 2013

Mi ego y yo


En el Budismo Zen, entre otras muchas cosas, se habla sobre el ego y la influencia que tiene sobre nosotros, sobre nuestras vidas. Nos dice que el ego es un artificio creado por nuestra mente, con las ideas que van moldeando nuestro sentir, nuestro carácter.

Decimos, lo que creemos ser. Aprendiendo a clasificarlo todo, a poner etiquetas a cada cosa, cada vivencia. A hacer juicios de criterio, porque es más sencillo que pensar en el otro, olvidamos la compasión y nos limitamos a ser “Compasivos”. Desechamos el ser espontáneos, como niño que mira todo por primera vez, porque creemos es más seguro guiarnos por nuestras experiencias, y todo esto nos hace sentir frustración, temores, hasta que nos olvidamos que vivir es solo eso…: sencillamente, vivir.
 
En un momento difícil de mi vida, alguien me dijo “Si no quieres sentirte así… cambia esos pensamientos” Así lo hice y conseguí superar aquello. Aunque no fui consciente de la magnitud de ese hecho, hasta que supe lo que me contaban del ego, aquí es cuando empecé a prestar atención a lo que pensaba, todas aquellas ideas que brotaban en todo momento eran… eso: solo ideas, ideas cambiantes según qué experiencias tenía.

Descubrí de qué forma mi ego, mis pensamientos, mis ideas, dominaban y controlaban mi estado de ánimo, de qué forma miraba todo. Cuando descubrí esto, la primera reacción fue de sorpresa, alegría porque pensé, que siendo así… sería fácil poner todo en su sitio. Lo que me llevó a descubrir todo lo contrario, pues todo mi mundo interior se iba poniendo “Patas arriba” una vida de hábitos de comportamientos, pensamientos y reflejos “espontáneos”, asociados a reacciones por alguna experiencia pasada… no es nada fácil de cambiar.
Este descubrimiento me provocó frustración, rebeldía y comencé una batalla contra mis pensamientos… mi ego. Llegando a pensar que ya no había nada que hacer, que ya era tarde para cambiar esa cabezota llena de ego dominante. Deseaba poder vaciarla, olvidarlo todo y comenzar de nuevo, con pensamientos distintos que me llevaran a ser yo, quien dominara. Lo que, a su vez, me hacia buscar la forma de no pensar. Todo esto, provocaba más lucha, inquietud y desconcierto. Hasta que me di cuenta, que todo… todo, eran pensamientos que ponía ahí mi ego para seguir dominando y separando mi mente, mi cuerpo de lo que “soy”.

Entonces me di por vencida, no había nada que hacer, asumí que tendría que vivir con mis pensamientos, mi ego, Y… aquí es cuando tuve, algo así como un pequeño “Eureka” pues en el instante que acepté que pienso y no puedo evitarlo… mi siguiente pensamiento fue: “Vale, pues aprovechemos esta mente pensante en mi beneficio. Y como la mente, los pensamientos y yo…. Somos uno mismo… seré en sí misma”.

Me ha costado aprender, descubrir que mi ego y yo, somos uno y que aunque me empeñara en separar: lo que soy, de mi ego y mi cuerpo… seguiría todo junto. Porque no hay varios en mí, no estoy fraccionada, todo lo que veo o no veo, cuerpo y mente es una unidad.

Fue un camino duro y difícil en el que estuve a punto de abandonar y seguir como había sido hasta ese momento, sentía que ya era tarde, que nada podría hacer, pero siempre había algo que me empujaba desde lo más profundo en mi, a continuar con mis preguntas, con lo que se me ocurría para conseguirlo. Hasta que tuve aquel “Eureka”, desde entonces, me muevo así en mi día a día, teniendo claro que esto tampoco es válido, pues hay una meta, un querer llegar a algún fin, que me es útil… en ese día a día. Ya que, he conseguido quitar frustración y miedos en mi vivir, por lo que me siento en calma y pocas cosas me hacen reaccionar ya por el impulso del momento y la situación. El simple hecho de darme cuenta me permite ver con distancia, esas ideas que surgen y darles el justo valor que tienen en ese instante. Pero a su vez, también me doy cuenta del poco sentido que tienen estas ideas, si acepto que tan solo “soy” y, tan solo tengo, cada aquí y ahora.

Aunque, a pesar de todo esto que he ido descubriendo, a veces, me sigue costando darme cuenta de las trampas que pongo, con algunas ideas que surgen, al entra en juego algún recuerdo o alguna experiencia, que me hacen repetir comportamientos pasados.

El darme cuenta, ayuda a saber, ser consciente que aún sabiéndolo… sigo cayendo en la trampa del ego, la diferencia es que ahora, termino dándole la justa importancia que tiene, así me quedo menos enredada en la maraña de pensamientos.

No hay objetivo real, pero sí el deseo de seguir poniendo atención a mi ego para saber que solo son ideas. Igual que, a su vez… no me dejo atrapar por el propio deseo.

 Y desde entonces… “soy”, presto atención a mis pensamientos sin luchar contra ellos para darme cuenta que solo existo en cada instante que vivo, siendo un todo en mí, aceptando cada estado de ánimo como lo que es: una idea.

(Quiero aclarar, que sé que he utilizado mucho las palabras: “Darme cuenta” no ha sido un error al escribir este texto, lo he hecho a drede porque el truco esta en…: “Darse cuenta” de todo)

viernes, 1 de noviembre de 2013

La idea de las cosas

 
 Comienzo este blog, sabiendo que como mejor esta, es ahora mismo, vacío de entradas, vacío de ideas… vacío. Sí, porque entrada a entrada se llenará de ideas. Solo ideas que tendré en instantes que, fácil me sean útiles, puedan ser útiles a alguien más que a mi; pero he aprendido que no tengo que agarrarme a ninguna… se me ocurre… que esta será la misión de este nuevo blog. Un simbólico recipiente en el que iré introduciendo esas ideas importantes y, en donde podré venir a buscar alguna, que me pueda ser útil en siguientes instantes de mi presente. Incluso esta perspectiva puede servir para quien se tope con este blog… me gusta la idea ¡Lo ves todo son ideas!
Acaba de darme cuenta que mi primera entrada en este blog se publicará en un día significativo para muchos (El día de todos los Santos) y que, como no creo en las casualidades … tenga también algún significado para mi -nada transcendente o así lo creo-. Algo así como que oficialmente “dejo ir” mi anterior blog, para soltar ideas y así, a su vez desechar de mi corazón aquellos sentimientos que no tienen ya razón de existir. Algo así como un comienzo desde la continuidad, transitada de pensamientos que van y vienen, sin lugar donde asentarse, para ir a parar a este blog.
 Mi intención cuando he cogido el teclado, era que en la  primera entrada quedara reflejado el porqué de los detalles de mi nuevo blog, pues esta pensado y diseñado desde una perspectiva, con un sentido. Pero, de nuevo ocurre que, cuando mis dedos se ponen a teclear, no sé qué será lo que acabe poniendo en esa página que tengo delante. Por tanto y como no podría ser de otro modo… en esta primera entrada, es casi obligado hablar de las ideas.
Solo decir que, con la apariencia del blog, he querido reflejar los cuatro elementos, junto con el símbolo del  Yin y el Yang, que significa la representación de la dualidad, los dos aspectos contrarios y complementarios de la existencia y el equilibrio en el punto en donde se unen. Representando los círculos de cada lado, el hecho que nada es completamente Yin ni completamente yang.
 Y ahora hablaremos de las ideas:
Las ideas marcan nuestras vidas. No solo las que nacen de nuestros pensamientos, también y además… las de las personas con las que nos relacionamos. Al igual que las nuestras influyen en los demás y nuestro entorno. Sin darnos cuenta que las ideas las cambiamos continuamente.
Cuando estudias y practicas el monólogo interior, en los recursos de las técnicas literarias, te das cuenta de los saltos que dan nuestros pensamientos, el constante ir y venir de nuestras ideas. Podemos pasar de estar tarareando una canción, a protestar porque te han quitado el asiento, como a entretenerte en pensar qué es lo primero que vas a hacer cuando termines de trabajar, recordar algo de una conversación y sonreír y todo esto y más… en milésimas de segundo. Sin ser conscientes de ello y su influencia en nuestro estado de ánimo y comportamiento con los demás. Como consecuencia, demasiado a menudo no centramos nuestro vivir y terminamos dudando de todo, perdiéndonos “Entre las ramas” y peleándonos sin sentido con nosotros mismos. Nuestros pensamientos se mueven como coches de choque, dando vueltas y vueltas y topándose entre ellos.
Nuestros miedos, frustraciones, enfados, aquello que nos provoca alegría o tristeza, lo que nos gusta y lo que no. Resumiendo: todos y digo todos, todos nuestros sentimientos –negativos o positivos- nacen de lo que pensamos, que convertimos en la idea de las cosas.
 Y como manejamos una mente lógica y clasificatoria… descartamos aquello que creemos negativo y fomentamos todo lo que creemos positivo o que nos hace feliz. Así terminamos limitando nuestro mundo, limitándonos.
 
 Nos aferramos tanto al rechazar como al querer atraer. Cosa que nos lleva ha movernos entre miedos y frustraciones o estar bien y así, yendo de un extremo a otro, vamos perdiendo nuestro “ser”.
 Para no rechazar ni anhelar nada, solo he de pensar que, sé que estoy triste porque estuve alegre, sé que tengo salud porque estuve enferma. Es decir, si reconozco lo que siento y puedo clasificarlo es porque he sentido lo opuesto. Por tanto ¿No es más lógico, más natural… aceptar lo que me ocurre? Sin rechazo, sin anhelo.
Estas reflexiones no me tienen que llevar a querer controlar mis pensamientos, sino a todo lo contrario. Pienso, no lo puedo evitar, pero sí puedo evitar el sujetar, retener esos pensamientos, sean positivos o negativos, cojo lo que me es útil para funcionar en mi mundo pero sin aferrarme a ello, pues ahora me es útil, no quiere decirse que lo sea en otros momentos, otros “ahoras”.
 Bien, pues queda, oficialmente abierto, mi recipiente particular de ideas.