Equilibrio

Equilibrio
"ser"

jueves, 22 de mayo de 2014

Mi gata









ELLA TAMBIÉN





Sentada en mi zafú
Siento una naricilla fría… me olisquea…
Se tumba … Ahora, es obvio, somos uno y ¡Se me hizo tarde… a correr!

sábado, 17 de mayo de 2014

Preguntas a mi abuela




Como todas las mañanas, volvía de comprar aquello que le había encargado su abuela. 
Allí estaba, preparando otro rico postre.

-     Abuela… ¿Por qué unas personas son guapas y otras no?

-   Si quieres encontrar la respuesta correcta, has de hacer la pregunta adecuada. Qué responderías si yo te preguntara: ¿Por qué sabes que hay personas guapas y personas feas?

-  Porque… las que son guapas… ¡me gusta mirarlas! -Soltando una carcajada, la abuela se separó del horno poniéndose frente a la niña-.

-    ¡Tú y tus salidas! ¿Cómo llegas a la conclusión que a unas te gusta mirarlas y a otras no? –con una patada de impaciencia y con expresión de querer saberlo ya, respondió-.

-  Porque las personas que para mi son guapas, son agradables y me gusta cómo miran.

-  ¡Ahí tienes las respuesta! No es solo que una persona sea físicamente guapa o fea, aquello que te hace pensar que alguien es guapo está más relacionado con su forma de mirar y comportarse. No está en juego solo nuestro físico para agradar o no a los demás.
Por eso te digo siempre que no te quedes solo con lo que ves, utiliza el resto de tus sentidos porque así llegará a ser tu intuición la que te hable y no solo lo que te dice tu cabezota.

Con el capazo de la compra aún en el brazo, oliscó el aire mientras lo dejaba en la mesa; reflejándose en su rostro, el preludio del placer que sentiría saboreando aquello que se cocía en el horno. Y volvió a la carga:

-      ¿Sabes qué pasa también? -La abuela miro a la niña con esa mirada de ternura que siempre tenía para ella-.

-      A ver… ¿Qué más dudas tiene la mía nena?

-      Es que… No entiendo cómo puede parecer un padre ¡más joven que un hijo! 

-      Explícame eso. –pidió la abuela mientras batía con brío el contenido de un cuenco, la niña no respondió, absorta en ver cómo aquel bracillo tan pequeño, podía generar tanta energía a ese tenedor que entraba y salía del cuenco-.

-      ¡Nena! ¿Dónde te fuiste?.

-  ¿Qué? –expresó sorprendida al sacarla de su absorta concentración-.

-   ¡Aaaah! Francisco hijo… Francisco padre. – La abuela miró con curiosidad interrogante a su nieta-.

-   Sí, veras… Cuando voy a la tienda y están ahí los dos ¿Francisco padre y Francisco hijo? … Parece más joven el padre y ¡No sé porqué!

-    Tú has hablado con los dos ¿Verdad?

-    Sí. 

-  Y has visto cómo hablan, has escuchado cómo piensan, su forma de moverse.

-   Creo que sí. –respondió con esfuerzo, distraída en probar el contenido del tenedor que le acercaba su abuela-.

-     ¿Y qué diferencia ves entre los dos?

-     ¡Muchas! Francisco hijo es muy serio, no me gusta que me despache él, porque parece que siempre está enfadado. El padre… ¡No! Me hace reír con sus gestos y sus bromas y te mira bien.


-     Piensa una cosa. –Dijo su abuela, sentándose en esa mecedora que siempre usaba-. Por ser tan serio su hijo, es por lo que eres más consciente de lo alegre que es el padre ¿Entiendes a qué me refiero?

-   No. –Respondió sentándose en las piernas de su abuela; como si acercándose tanto, pudiera llegar a discernir algo que sentía, era importante y se le escapaba-.

-   Te voy a poner un ejemplo: Tú, hace un momento, probaste la nata…Te gustó ¿Verdad? Si le hubiera faltado azúcar… ya no te habría gustado tanto ¿Por qué no te habría gustado tanto?

-     ¡Anda… porque no habría estado dulce… No te digo! ¡Qué preguntas abuela!

-   ¡Pues te equivocas listilla! Si siempre la hubieras probado con poca azúcar… No sabrías, no sabrías que te gusta más con más azúcar. 
   Por la misma razón… Sabes que uno es serio porque el otro no lo es o al revés. 
  Si tienes con qué comparar… sabes que hay más modos, si no puedes comparar… crees que solo es así. 
   Y no pienses más que es malo, solo acepta que cada uno es como puede ser o como… quiere.
 
Y, como hacía siempre que no acababa de captar, lo que su abuela tan pacientemente le explicaba, se arrebujó contra aquel cuerpecito tan menudo, en un intento por ver si se le pegaba algo, de lo que su abuela tenía.

sábado, 29 de marzo de 2014

Adsorbiendo conciencia


Abuelos









 Los abuelos suelen ser los que nos enseñan la esencia de vivir (Bueno, por lo general, no todos) nos ayudan a tomar conciencia de nuestra existencia… sin ser conscientes de ello. Crecemos absorbiendo sus historias, reiteradas frases que, por otro lado, en esos momentos de nuestra existencia, no tienen sentido para nosotros pero las absorbemos y aprendemos sin aprender, cariñosas riñas que no nos hacían sentir mal, porque tenían la habilidad de hacernos ver más allá de la riña. Con esa calma que dan los años y el saber. Como me decía mi abuela: “Las prisas p’a vivir no son buenas, nena”.

Yo tuve la suerte de contar con una abuela que era así, a la que veía solo los veranos. Tan solo 20 días al año y aprendí con ella más, que con cualquiera de los mayores con los que convivía. De ello, aprendí algo muy pronto: que no es la cantidad de tiempo que dediques a alguien, sino la calidad de ese tiempo. Recuerdo las conversaciones con ella, mientras hacíamos algún postre o, simplemente, sentadas por las tardes al lado de la lumbre -me encantaba arrimarme a ella, rodeaba su brazo mientras aspiraba su olor a vainilla y canela, y escuchar su cariñosa voz contándome… lo que fuera tocara contar-.

Entonces no tenía ni idea de lo que aprendía a su lado, solo sentía que con ella cerca todo era más fácil, todo se daba… sencillamente. Con los años es cuando he podido discernir aquello que ella, en su que hacer cotidiano iba enseñándome. Simplemente, vivía, sentía y comunicaba aquello que todos tenemos ahí delante de nuestras narices, aunque no lo percibimos, aquello que siempre nos acompaña en silencio y que solo nos habla cuando le dejamos: nuestro Ser, lo que en verdad somos en su totalidad con cuerpo y mente sin separación mental. Como acostumbraba a decirme, cuando la torpedeaba con mis cabalas de niña y después de adolescente: “No pienses tanto nena, es malo”.

Por eso y desde aquí, quiero hacer un homenaje a todos los abuelos y, a mi abuela en particular, por haber podido transmitirme todo aquello importante en mi vivir, por haber podido adsorber conciencia de su Ser. Gracias abuela, siempre estarás viva en mi.

 
No dispongo de ninguna foto de ella en el ordenador, aunque bien podría ser ella. Menudita, risueña y siempre ocupada con algún que hacer cotidiano. Y haciendo honor a una frase que me repetía muy a menudo "Es de bien nacidos ser agradecidos": Gracias abuela, por ser como eras.

viernes, 31 de enero de 2014

No juzgar





 No juzguemos o terminaremos haciendo críticas de lo que… fácilmente, no conozcamos, no aprendimos o desde nuestra perspectiva lo vemos distinto. Es eso: distinto, ni peor ni mejor ni de otra manera. 


Mejor ir por la vida, prestando atención y aprendiendo, que solo observar, para concluir enjuiciando lo que ignoramos.


viernes, 6 de diciembre de 2013

Mi imagen y yo



En mi adolescencia, hubo dos factores desencadenantes que me encaminaron ha preocuparme demasiado de mi imagen. Cosa que favoreció fomentara la manía de separarme de mi cuerpo, para intentar mirarlo desde fuera y así, dar mi aprobación o no, a lo que el espejo me devolvía.
Era tal mi preocupación por gustar físicamente a los demás, que siempre terminaba pensando, que solo se fijaban en mi por lo que veían –paradoja- y así es como acabé rechazando relaciones, por no poder quitarme esa idea de la cabeza, lo que me llevaba a “poner un muro” que impedía dar una oportunidad para saber y averiguar lo que sentía esa otra persona.
Y, para rizar el rizo… salté de cuidar mi imagen a “Pasar de ella” aunque seguía separando mi cuerpo de mi mente, pero esta vez, para comprobar que la imagen que me devolvía el espejo… era totalmente opuesta a atractiva.
 
No siempre conseguía mi objetivo, por consecuencia, si estaba de acuerdo con la imagen que el espejo me devolvía, todo funcionaba bien y nada me turbaba. Iba con una seguridad artificial que se esfumaba en un chascar de dedos si, en otro momento… creía percibir desaprobación en alguien o un espejo me devolvía algo que no me gustara. Cosa que me creaba mucha inseguridad y mi estado de ánimo, por ello, oscilaba como péndulo, haciéndome pasar de feliz a derrotada en segundos.

Como ya he dicho en entradas anteriores, en el Budismo Zen se insiste en el error que cometemos con separar cuerpo y mente. En nuestra tendencia a valorar todo desde la clasificación, insistiendo en el hecho de que no hay, no existe separación, todo es producto de nuestras ideas.

Por tanto, comencé a trabajar en ese camino. Prestando toda mi atención a lo que pensaba cuando me gustaba lo que veía en el espejo y cuando no, en todas aquellas situaciones en las que se ponía en juego mi imagen, para descubrir qué subyacía bajo esos sentimientos, ese comportamiento.
Llegando a la conclusión que esos fueron sucesos de mi pasado, que nada tenían que ver con mi presente. Puesto que si asumimos que todo esta en continuo cambio… nada quedaría en mí de esos sucesos pasados. Por tanto, empezaría a prestar atención a esos cambios y aceptaría lo que mis ojos me mostraban, sin clasificación, ni crítica, tal cual es en cada instante.

Y, curiosamente… a partir de ahí, me sentí más libre y espontánea con mi cuerpo y terminó por debilitar esas absurdas ideas, echó abajo la coraza con la que me mostraba ante los hombres, lo que me llevó a interactuar de un modo más sano.

Obviamente, no pude cambiar todo esto nada más hice aquellos descubrimientos. La transformación de mis ideas sucedía mientras me ocupaba de mirar con distancia mis reacciones y sentimientos, casi sin darme cuenta, hasta que un día descubrí que no pensaba ni miraba ya igual hacia fuera.
Ahora sólo busco gustarme yo, con tolerancia y aceptación. Es otra la perspectiva: Si percibo algo que no me agrada de mi imagen, es porque atiendo, miro lo que pienso, no lo clasifico, pues solo es la percepción en un instante, por una idea.

 Hay algo que nadie podrá rebatirme y es que vemos lo que queremos o necesitamos ver, por tanto ¿A qué preocuparse de la imagen que ven de mi? ¿Para qué perder mi equilibrio anímico, si solo veo en el espejo lo que en ese momento quiero o necesito ver, por un pensamiento que me ha llevado a una idea?

 
Puedo parecer bella comparada… ¿Con qué o con quién? Igualmente puedo parecer fea. Todo es relativo ¿Quién pone el listón para valorar tal? Es más, hay más factores, más matices que influyen en la imagen que los demás ven, que yo misma veo de mí, para agradar o no.
 

martes, 26 de noviembre de 2013

Equilibrio

 
 
 
 
 
 
 
Para mi encontrarme con el Budismo Zen, fue (Y sigue siendo) una experiencia genial. A medida que leo sobre ello experimento una sensación muy gratificante. Como cuando, después de mucho tiempo, te encuentras con alguien o algo, muy querido y conocido. A veces, me pierdo o no capto todo lo que ahí se explica pero siempre, hay un fondo que entiendo como algo ya mío, lo que me empuja a querer saber más.

Con mis primeras lecturas sobre ello, me sorprendía lo que iba descubriendo sobre, por ejemplo: Najarjuna, La Escuela de La Vía Media y la vacuidad al coincidir tanto con mi sentir. Me emocionaba y a la vez me “descolocaba” encontrarme con explicaciones sobre los extremos, pues en mi vivir he sido y soy muy dada a decir cosas como: “Los extremos no nos llevan a nada bueno”, “Es mejor buscar el centro”, “El equilibrio interior esta en: ni lo mucho ni lo poco”. Lo que me llevaba a pensar, lo cerca que lo había tenido siempre y la de sufrimiento y frustración, que me habría ahorrado si hubiera hecho caso a mi interior. Pero todo llega cuando estas preparado para ello, ni antes ni después todo te llega en el momento adecuado.
 

Si reflexionamos un poco y hacemos un esfuerzo por ser objetivos… veremos que nos pasamos la vida diciendo cosas como: “Esto no me gusta”, “No aguanto a esta persona”, “OH, esto me encanta”, “Es genial aquella persona” y más. No captamos que es así para nosotros y, muy posible, que también para quien esté compartiendo ese instante con nosotros, pero el mundo, las circunstancias y las personas son como tu las ves en ese instante de vida y, como digo, quizá tengas la suerte de estar viviéndolo al unísono con otra u otras personas de tu entorno. Aunque también ocurre, que incluso viviendo la misma situación, en un mismo entorno y en ese mismo momento… la perspectiva sea distinta, las conclusiones y lo que se te queda en el recuerdo, en la percepción… haga pensar que no viviste lo mismo, porque lo que para mi fue agradable, para ti pueda pertenecer a un mal recuerdo.

 Quiero con esto decir, que nuestros pensamientos –condicionados por patrones de conducta, clasificaciones y experiencias del pasado- nos llevan a pensar en todo y en cada situación, como algo bueno o malo, negativo o positivo; yendo siempre de un extremo a otro, lo que nos lleva a estar en desequilibrio con nosotros mismos. La consecuencia de ello, es que terminamos manejando situaciones de rechazo o agrado, en una lucha continua con nuestros deseos.

Lo cierto es que nada es bueno del todo ni malo del todo, igual que nada es positivo ni negativo del todo. Además, si llegamos a la conclusión que algo es positivo o bueno, es porque hemos experimentado su parte negativa o mala y, por ello podemos identificar los dos extremos. Añadiría algo que seguro… seguro hemos dicho en más de una ocasión: “Fíjate… que, al final, salió bien ¡Quién lo iba a decir! Con lo mal que empezó todo” o “¿Qué pasó, para que se torciera todo? Si estuvo planeado hasta el milímetro” Nos empeñamos en que cada cosa que hacemos sea perfecta o, por el contrario y por –vete a saber qué razón- nos aferramos a la idea que no funcionará y como es imposible que todo ocurra como queremos, esperamos o no esperamos… pasamos de la esperanza y la ilusión, a la frustración y a desilusionarnos en segundos.
Son extremos, nos ponemos al borde del precipicio y, encima… cogemos todos los boletos para que nos toque la caída.

Intentar mantenerse en equilibrio es el camino, pues nuestro vivir es una sucesión de acontecimientos que podemos clasificarlos de buenos o malos, según nos hagan sentir pero ello no quita que aceptemos que nuestra vida transcurre de acontecimiento en acontecimiento.

Obviamente, si algo que estamos viviendo nos provoca sufrimiento, no lo queremos pero, dime ¿Porque luches contra ello va ha desaparecer dicho suceso? ¿Durará más algo que te agrada, solo porque lo desees y te aferres a ese deseo, a ese suceso?

Si dejáramos de aferrarnos a luchar contra lo que no nos gusta y a tratar de retener lo que sí nos gusta… desaparecería mucho de nuestro descontento con la vida.

El rechazar algo nos lleva a un temor, que nos hace sufrir más y rechazar con más empeño en aquellas situaciones posteriores, que nos parecen son las mismas. Igual que el querer retener algo, nos lleva a frustrarnos cuando lo perdemos y sentir más frustración, por el miedo a volver a perderlo, cuando creemos encontrarlo de nuevo ¿no es mejor disfrutar y aceptar? O, por el contrario ¿Prefieres terminar siendo prisionero de tus rechazos y tus anhelos? Ningún acontecimiento es igual al anterior ni tampoco es mejor o peor, es un suceso más en nuestro vivir.

 Es más, hay algo que me atrevería a afirmar casi sin equivocarme: La gran mayoría de las veces que nos ocurre algo negativo tenemos una idea de fondo, que nos hace pensar que lo merecemos y cuando es algo positivo, inconscientemente, tenemos la idea contraria… no merecerlo. Lo que añade una lucha más de extremos que chocan y no dejan que acabe el conflicto.
 

Si todo lo que me sucede lo miro con perspectiva, sé que no es fácil, tengo que hacer un esfuerzo para no dejarme arrastrar. Tiempo…  que me sirve para darme cuenta porqué y cómo me afecta dicho suceso y estar con menos presión de mis sentimientos.

Si algo va bien, algo irá mal, nunca todo funciona en mi vida, por tanto: Valoro y disfruto “A tope” de lo que me llega de bueno, acepto y busco lo que tiene de bueno y de enseñanza lo que me llega de malo y así busco el equilibrio para sentirme bien y estar más tranquila, para escoger y decidir lo mejor. Aceptando todo tal cual es y escuchando siempre a mi interior.

 

 

sábado, 16 de noviembre de 2013

Mi ego y yo


En el Budismo Zen, entre otras muchas cosas, se habla sobre el ego y la influencia que tiene sobre nosotros, sobre nuestras vidas. Nos dice que el ego es un artificio creado por nuestra mente, con las ideas que van moldeando nuestro sentir, nuestro carácter.

Decimos, lo que creemos ser. Aprendiendo a clasificarlo todo, a poner etiquetas a cada cosa, cada vivencia. A hacer juicios de criterio, porque es más sencillo que pensar en el otro, olvidamos la compasión y nos limitamos a ser “Compasivos”. Desechamos el ser espontáneos, como niño que mira todo por primera vez, porque creemos es más seguro guiarnos por nuestras experiencias, y todo esto nos hace sentir frustración, temores, hasta que nos olvidamos que vivir es solo eso…: sencillamente, vivir.
 
En un momento difícil de mi vida, alguien me dijo “Si no quieres sentirte así… cambia esos pensamientos” Así lo hice y conseguí superar aquello. Aunque no fui consciente de la magnitud de ese hecho, hasta que supe lo que me contaban del ego, aquí es cuando empecé a prestar atención a lo que pensaba, todas aquellas ideas que brotaban en todo momento eran… eso: solo ideas, ideas cambiantes según qué experiencias tenía.

Descubrí de qué forma mi ego, mis pensamientos, mis ideas, dominaban y controlaban mi estado de ánimo, de qué forma miraba todo. Cuando descubrí esto, la primera reacción fue de sorpresa, alegría porque pensé, que siendo así… sería fácil poner todo en su sitio. Lo que me llevó a descubrir todo lo contrario, pues todo mi mundo interior se iba poniendo “Patas arriba” una vida de hábitos de comportamientos, pensamientos y reflejos “espontáneos”, asociados a reacciones por alguna experiencia pasada… no es nada fácil de cambiar.
Este descubrimiento me provocó frustración, rebeldía y comencé una batalla contra mis pensamientos… mi ego. Llegando a pensar que ya no había nada que hacer, que ya era tarde para cambiar esa cabezota llena de ego dominante. Deseaba poder vaciarla, olvidarlo todo y comenzar de nuevo, con pensamientos distintos que me llevaran a ser yo, quien dominara. Lo que, a su vez, me hacia buscar la forma de no pensar. Todo esto, provocaba más lucha, inquietud y desconcierto. Hasta que me di cuenta, que todo… todo, eran pensamientos que ponía ahí mi ego para seguir dominando y separando mi mente, mi cuerpo de lo que “soy”.

Entonces me di por vencida, no había nada que hacer, asumí que tendría que vivir con mis pensamientos, mi ego, Y… aquí es cuando tuve, algo así como un pequeño “Eureka” pues en el instante que acepté que pienso y no puedo evitarlo… mi siguiente pensamiento fue: “Vale, pues aprovechemos esta mente pensante en mi beneficio. Y como la mente, los pensamientos y yo…. Somos uno mismo… seré en sí misma”.

Me ha costado aprender, descubrir que mi ego y yo, somos uno y que aunque me empeñara en separar: lo que soy, de mi ego y mi cuerpo… seguiría todo junto. Porque no hay varios en mí, no estoy fraccionada, todo lo que veo o no veo, cuerpo y mente es una unidad.

Fue un camino duro y difícil en el que estuve a punto de abandonar y seguir como había sido hasta ese momento, sentía que ya era tarde, que nada podría hacer, pero siempre había algo que me empujaba desde lo más profundo en mi, a continuar con mis preguntas, con lo que se me ocurría para conseguirlo. Hasta que tuve aquel “Eureka”, desde entonces, me muevo así en mi día a día, teniendo claro que esto tampoco es válido, pues hay una meta, un querer llegar a algún fin, que me es útil… en ese día a día. Ya que, he conseguido quitar frustración y miedos en mi vivir, por lo que me siento en calma y pocas cosas me hacen reaccionar ya por el impulso del momento y la situación. El simple hecho de darme cuenta me permite ver con distancia, esas ideas que surgen y darles el justo valor que tienen en ese instante. Pero a su vez, también me doy cuenta del poco sentido que tienen estas ideas, si acepto que tan solo “soy” y, tan solo tengo, cada aquí y ahora.

Aunque, a pesar de todo esto que he ido descubriendo, a veces, me sigue costando darme cuenta de las trampas que pongo, con algunas ideas que surgen, al entra en juego algún recuerdo o alguna experiencia, que me hacen repetir comportamientos pasados.

El darme cuenta, ayuda a saber, ser consciente que aún sabiéndolo… sigo cayendo en la trampa del ego, la diferencia es que ahora, termino dándole la justa importancia que tiene, así me quedo menos enredada en la maraña de pensamientos.

No hay objetivo real, pero sí el deseo de seguir poniendo atención a mi ego para saber que solo son ideas. Igual que, a su vez… no me dejo atrapar por el propio deseo.

 Y desde entonces… “soy”, presto atención a mis pensamientos sin luchar contra ellos para darme cuenta que solo existo en cada instante que vivo, siendo un todo en mí, aceptando cada estado de ánimo como lo que es: una idea.

(Quiero aclarar, que sé que he utilizado mucho las palabras: “Darme cuenta” no ha sido un error al escribir este texto, lo he hecho a drede porque el truco esta en…: “Darse cuenta” de todo)